lunes, 5 de julio de 2010

El tercer ojo

...Cuando cierras estos dos ojos, ¿qué sucede? Se produce una transformación interna. Cuando cierras estos ojos, que ven hacia afuera, ¿qué ocurre con la energía que pasa por los ojos? Esta energía comienza a fluir hacia atrás. Ya no puede circular desde los ojos hacia los objetos, entonces comienca a girar, se transforma en una rotación. La energía tiene que moverse, no puede mantenerse estática; si uno cierra una salida, comienza a buscar otra. Cuando los dos ojos están cerrados, la energía que pasaba a través de estos dos ojos comienza a girar, se produce una conversión. Esta energía choca contra el tercer ojo que hay en ti. El tercer ojo no es algo físico: es sólo la energía que pasa a través de los ojos hacia los objetos externos ahora comienza volver a su fuente, y entonces esta energía se transforma en el tercer ojo, la tercera manera de ver el mundo. Sólo a través de este tercer ojo podrás ver a Buda; sólo a través del tercer ojo podrás percibir a Jesús. Si no tienes ese tercer ojo, Jesús podrá estar delante de ti, pero no lo verás...

Osho
La semilla de la mostaza. Las enseñanzas de Jesús el místico.

jueves, 29 de abril de 2010

La Existencia

La existencia es enorme, verdaderamente gigantesca, y nosotros no somo más que unas pequeñas partículas. Nuestra Tierra es un planeta muy pequeño. Hasta nuestro sol es una estrella pequeña y mediocre. En medio del infinito que nos rodea, no deberiamos de ser tan provincianos.

Osho, El princio Zen, La vivencia de la más grande paradoja.

viernes, 16 de abril de 2010

Invocación

Santa Paula, patrona de las viudas, eremita que abandonaste los privilegios de tu cuna, los lujos de tu casa, los saraos y las conversaciones con los hombre y las mujeres del mundo para dedicarte a Dios, para servir a Dios y al santo Jerónimo que había sido tu maestro y había reconocido tus virtudes en Roma, cuando el papa Dámaso lo había invitado. Viuda de Toxocio que a los treinta y tres años te encontraste sola en el lecho nupcial, sola bajo el techo de la casa romana, sola en las calles, sola con tu cuerpo que había dado a luz a cinco críos, inútil y desatada. Precisaste un motivo que te protegiera de ti misma y de tu condición de viuda y de tu gusto por los ruidos del mundo, la música y la comida, el vino, los ropajes y las joyas, la mirada dulce de los hombres, el apetito de tu cuerpo y tu inteligencia, y así consagraste todo a la vida religiosa. A dormir en el suelo sobre un saco, a beber poca agua y a la comida frugal. Inculcaste a tus hijas el fervor religioso, tanto que las penitencias mataron a tu hija primera y tu dolor fue muy grande, pero Jerónimo te convocó y te hizo mirar que Blesila estaba en un lugar mejor al de los vivos y que eras egoísta por llorar su pérdida. Partiste con tu hija Eustoquia del puerto de Ostia, dejaste Roma cuando Paulina ya había casado con el senador, aunque tus hijos Toxocio y Rufina protestaron tu abandono.

Fragmento tomado del libro "Yo la peor"
Autor: Mónica Lavín
Grigalbo

jueves, 15 de abril de 2010

Sor Juana Inés



"Ahora me piden que sea otra de la que soy,
que me corte la lengua, que me nuble de vista,
que me ampute los dedos, el corazón, que no
piense, que sienta más que lo que es menester
y propio de una religiosa, de una esposa de Cristo. ¿Quién ha decidido que no pensar es propio de la mujer del Altísimo?"

Sor Juana Inés

martes, 13 de abril de 2010

Una Mente Política...

Una mente política siempre quiere cambiar el mundo porque no puede pensar que esta equivocada; es el mundo entero el que esta mal. Si él esta equivocado, es porque el mundo entero está mal y toda la situación está mal. Tiene qu estar mal, de lo contrario, él sería un santo. Una persona religiosa mira precisamente desde el otro extremo. Piensa: "Estoy equivocado, por eso el mundo está mal, porque contribuyo al mal en él. A través de mí el mundo está mal. A menos que cambie, no podrá haber cambios."

El político empieza por el mundo, pero nunca alcanza su meta porque el mundo es tan grande... y el mundo no es el problema. El crea más porblemas: a través de su medicina, surgen muchas otras enfermedades que no estaban allí; a través de su esfuerzo crea más aflicción. Un hombre religioso se cambia así mismo. Sólo se cambia a sí mismo porque es lo único posible.

La semilla de la mostaza

viernes, 9 de abril de 2010

Frente al Mar



Oh mar, enorme mar, corazón fiero

De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
«Piedad, piedad para el que más ofenda».


Vulgaridad, vulgaridad me acosa.

Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza.
¡Aire de mar!... ¡Oh, tempestad! ¡Oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y la equivoca;
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.

Alfonsina Storni

Esto es Amor


Esto es amor, esto es amor, yo siento
en todo átomo vivo un pensamiento.
Yo soy una y soy mil, todas las vidas
pasan por mí, me muerden sus heridas.
Y no puedo ya más, en cada gota
de mi sangre hay un grito y una nota.
Y me doblo, me doblo bajo el peso
de un beso enorme, de un enorme beso.

Alfonsina Storni